Al llegar, encontramos la mansión llena de telarañas, muebles tapados con sábanas y el candelabro principal encendido. Los niños empezaron a investigar con curiosidad, y encontraron una habitación totalmente cerrada. De manera ansiosa, bajaron las escaleras para contarnos sobre su gran descubrimiento. Mi esposa, sin prestarles mucha atención, y, preocupada por la cena, se dirigió a la cocina, donde encuentra a una mujer realizándola. La señora se presentó como Mrs. Adela, quien se encontraba en la mansión desde pequeña, ya que su madre había servido para los anteriores dueños. Los niños y mi esposa comenzaron a preparar la mesa, para así disponernos a cenar. La cena transcurrió tranquilamente y nos aprestábamos a dormir plácidamente luego de un día agotador, cuando, en el pasillo de arriba, se oyó un estruendoso ruido. A pesar de ello, traté de mantener la calma para evitar que se perturbaran aún más.
A la medianoche escuché que uno de los niños lloraba desconsoladamente. Tan rápido como pude, fui al pasillo de donde provenía el llanto. El niño más chico, Antonio, se hallaba tirado en el piso con una expresión de espanto, como si hubiera visto a un fantasma. Desde aquella vez, las noches eran cada vez más incómodas en la casa: Antonio no tenía la misma actitud animada de antes. Incluso, tomaba su té matutino con angustia. Su rostro estaba totalmente cambiado, no lucía como mi hijo. El comportamiento se veía más sospechoso por lo tanto, había decidido espiarlo. Antonio había estado sentado en el comedor por unos interminables 20 minutos, sin hacer absolutamente nada, sólo mantener su mirada perdida en un punto fijo. Se abrieron puertas y ventanas con un viento tempestuoso. Cayó al suelo y 4 entes se presentaron utilizando su voz, diciendo que se llamaban "Los otros". Nos ordenaron que fuéramos a la habitación y corriéramos un cuadro de la pared, donde se encontraba un manuscrito, el cual debíamos de quemar. Si no cumplíamos, no dejarían el cuerpo de nuestro pequeño. Con falso coraje, decidí hacerles frente, y uno de ellos me lanzó con una fuerza sobrenatural. Seguido de esto, obedecí a su petición, reconociendo que sería imposible oponerme. Fui hacia la puerta que se encontraba anteriormente cerrada y la tiré abajo, suponiendo que ahí se encontraría el dichoso manuscrito. Allí, al final del cuarto, se encontraba un cuadro del que parecía ser un retrato de uno de los anteriores dueños. Corrí el cuadro y encontré lo que habían pedido, sin embargo, quería asegurarme de que cumplieran con su promesa. Cuando comencé a gritar a voz viva, al abrir mis ojos, me encuentro atado contra una camilla de lo que parecía ser un neuropsiquiátrico.